jueves, 12 de julio de 2012

Inerte

Dentro de mí los naufragios
se hunden inertes como
la mirada de los edificios
también inertes.

El semblante de los transeúntes
me resulta inerte y en el aire
se desvanece un humo inerte.

El frío golpea seco e inerte
en mi piel color inerte;
y el recuerdo arremete inerte
en mi alma estropeadamente inerte.

Mis pasos dejan huellas inertes
en las esquinas violentamente inertes;
y las hojas se desvanecen inertes
en mi pecho ya inerte.

Inerte había dicho.
Nuestro amor era inerte.

Juan Pablo Svaluto Marchi


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